En 1960 el Hipódromo de San Felipe se mudó al moderno local que el Jockey Club venía construyendo en Monterrico. Los terrenos desocupados en la Avenida Salaverry no tuvieron la misma suerte de la que antes habían gozado los que quedaron libres en su primer emplazamiento de Santa Beatriz. Aquella ubicación inicial del Hipódromo – visitada con frecuencia por el presidente Leguía y escenario del asesinato de Sánchez Cerro cuando éste lo abandonaba – una vez liberada de la función hípica dio origen al gran parque que se llamó desde entonces Campo de Marte. San Felipe, en cambio, fue visto como un atractivo negocio inmobiliario, apto para grandes residencias particulares (como era toda la av. Salaverry). Corrían los últimos meses del segundo gobierno de Manuel Prado cuando se proyectó la lotización para grandes residencias, propuesta por el Instituto de la Vivienda, entidad promovida por Pedro Beltrán.
Pero Prado no terminó su período y el gobierno de las FF. AA. que lo depuso fundó en 1962 la Junta Nacional de la Vivienda fusionando el citado Instituto de Beltrán con la vieja Corporación Nacional de la Vivienda, creada por Belaunde, durante el régimen de Bustamante y Rivero. Fue en la Junta donde, a pesar de que ya se tenía algunos lotes comprometidos para su venta, nació la idea de destinar los terrenos de San Felipe a un conjunto residencial de alta densidad, idea que se concretó al año siguiente bajo el impulso del arquitecto presidente.
Pero no toda el área que dejó el Hipódromo fue entregada a la Junta de la Vivienda para el programa habitacional. De las 37 hectáreas disponibles cerca de 10 fueron asignadas a las Fuerzas Armadas y 1 a la Sociedad Central Japonesa. Las 26 hectáreas de lo que sería después la Residencial San Felipe y las 10 de los militares, quedaron separadas por una calle, que cortó en dos el gran predio, en tanto el lote para la colonia japonesa quedó incorporado en el conjunto habitacional.
La Residencial es una isla de paz en el distrito de Jesús María. A medio siglo de su construcción, enclavada en una ciudad congestionada, bulliciosa y cada vez más conflictiva, se valora cada vez más la decisión de entonces, que permite a l600 familias de la clase media, distribuidas en 33 edificios, gozar de una alta calidad de vida, no solo habitando una vivienda digna, de 140 m2 (un lujo comparadas con las de las Unidades de la Corporación), sino también disfrutando de los servicios indispensables que la complementan, de áreas verdes arboladas y generosas que la acercan a la naturaleza y, libre de tránsito vehicular interno, sin padecer atmósfera contaminante inmediata.
A diferencia de las unidades vecinales que la precedieron, solucionadas con densidad media a base de edificios de vivienda de 4 ó 5 niveles, el diseño de la Residencial San Felipe apostó por un mejor aprovechamiento del terreno con edificios de altura, la mayoría de ellos de 15 pisos. Pero como en aquellas unidades, acompañando la vivienda con los servicios indispensables, adecuados a la magnitud de su población:
- Un centro comercial, bancario y de abastecimiento que, sin embargo, se extiende infiltrándose en todo el conjunto con locales menores de los más diversos rubros comerciales y profesionales, ubicados en el primer nivel de los edificios habitacionales;
- Un colegio de educación primaria y secundaria, y tres locales para la educación inicial, estratégicamente ubicados con relación a las viviendas;
- Servicios asistenciales y culturales asumidos por la Asociación Peruano-japonesa ya mencionada; aunque hay que precisar que éstos, prestados en un bien instalado Centro de Consultorios Médicos por un lado, y, por otro, en un concurrido centro de actividades culturales, que incluye un gran teatro de mil butacas, sirven más allá de la Residencial San Felipe a toda la vecindad del distrito y aún de la ciudad toda; Además, una dependencia del gobierno central y por tanto, de alcance nacional, (OSCE, antes el CONSUCODE), ocupa un edificio en la zona principal de servicios; y finalmente.
- Servicio religioso atendido en un templo católico y en instalaciones parroquiales complementadas con un velatorio.
LOS EDIFICIOS DE VIVIENDAS
No se requiere mucho sentido de observación para notar dos concepciones diferentes en el diseño de los edificios habitacionales. El conjunto de 4 torres de la llamada “primera etapa”, ubicado en el extremo oeste, esquina de las avenidas Sánchez Carrión (Pershing) y Gregorio Escobedo, es una. La otra el resto del conjunto, 29 edificios de tres diversos tipos diseminados más libremente en el área de jardines.
LA PRIMERA ETAPA
Se caracteriza por obedecer a un diseño geométricamente determinado cuya rigidez le otorga una gran unidad y una evidente autonomía. En las cuatro esquinas de un cuadrado de 75 x 75 metros torres de 15 pisos dejan un espacio en cruz cuya parte central resulta una plazuela de uno 25 por 50 metros denominada Ágora, cuyos lados menores alojan locales comerciales en dos niveles. Por fuera, entre las dos torres de cada uno de los cuatro lados, se alinean, alejándose del Ágora, dos parejas de volúmenes de altura decreciente (4 pisos seguidos de uno de dos). Estos cuatro grupos blancos que apuntan a los cuatro puntos cardinales y alojan casas tipo dúplex, constituyen una suerte de basamento estético del conjunto.
Las torres tienen en cada nivel cuatro departamentos de 3 dormitorios de acertado diseño, cuyo acceso, sin embargo, resulta especial. Con el objeto de abaratar costos disminuyendo las paradas de los ascensores, el diseñador, arquitecto Enrique Ciriani y su colaborador arquitecto Mario Bernuy, decidieron reducirlas a la mitad, definiéndolas solo cada dos pisos pero a niveles intermedios con respecto al de los departamentos de modo que, desde el hall de cada parada de ascensores se suba por media escalera a cuatro departamentos y por otra media se baje a otros cuatro. El ahorro fue efectivo, aunque a costa de una mayor área en circulaciones y, cosa grave, de haber olvidado las sillas de ruedas.
Dos factores que más bien contribuyeron a encarecer este grupo fueron la dotación de estacionamientos en un amplio sótano y la solución estructural. La concepción arquitectónica implicaba en cada departamento un volado de tres metros en sus dos frentes, a partir de una fuerte estructura interior de placas gruesas de concreto en forma de H, solución que facilitó una expresión de fachada con ventanas corridas sin interrupción, entre bandas de concreto visto, al tiempo de producir una sensación notable de ligereza. La belleza de las torres, apoyadas cada una en su hall de doble altura, ha resistido exitosamente al tiempo, en cambio los volúmenes bajos han sufrido algunas alteraciones sobre todo en el color, mientras los espacios comerciales del Ágora han fracasado por su ubicación poco visible, fuera de las circulaciones generales.
LOS EDIFICIOS DE CALLES AÉREAS
Con diez niveles para vivienda y el piso bajo para comercio son largos edificios conformados por la repetición de un módulo de 20 departamentos de tipo dúplex. El hall de ascensores y escalera ubicado al centro de cada módulo deja salir, cada dos pisos, a corredores en balcón que, dando acceso por un lado, a la planta baja de cuatro departamentos (estar comedor y cocina), tienen el otro lado mirando el paisaje. De ese modo, al adosarse una sucesión de módulos, los cinco niveles de pasajes abiertos, conforman cinco verdaderas calles aéreas.
Estas calles se alternan con los pisos que corresponden a los dormitorios, los cuales ofrecen una expresión más cerrada, de muro perforado por ventanas verticales. En la fachada opuesta, el contraste es semejante porque en el nivel de las calles aéreas se tiene la terraza del estar comedor y la gran abertura del patio de servicio protegida de piso a techo, por una celosía de unidades de concreto de 20 por 20 centímetros, mientras en el nivel de los dormitorios el tratamiento es similar: dominantemente cerrado. En el primer nivel los ingresos y las tiendas se retiran del plomo de fachada de modo que dejan libres las columnas y un espacio de circulación a manera de portal.
LAS ONCE TORRES
También con portal a todo el perímetro del primer piso de tiendas y de ingresos, las 11 torres de la Residencial San Felipe tienen, como las de la primera etapa, cuatro departamentos por piso.
Pero a diferencia de ellas, los dos ascensores sirven alternadamente a todos los niveles y la solución estructural es menos dramática y por tanto más económica.
La expresión exterior es simple: de ventanas corridas en las salas de estar, de breves aberturas en los dormitorios y, en los patios de lavandería, de celosía de concreto, la misma que hemos señalado antes. La reiteración de este tratamiento emparienta a todos los edificios de vivienda, contribuyendo a la unidad del conjunto.
LOS DÚPLEX EN LADRILLO ROJO
Los dúplex de ladrillo rojo, vistos en el conjunto de altos edificios, resultan ser elementos de contraste, no solo en la escala (tienen 5 niveles contra los 14 ó 15 de la mayoría) sino en el tratamiento exterior pues, en lugar del blanco ladrillo calcáreo de los edificios descritos, estos pequeños edificios exhiben los tradicionales ladrillos rojos de arcilla cocida. Son nueve unidades de este tipo, cada una de las cuales está conformada por tres cubos que, unidos dos a dos por las aristas verticales, conforman una herradura que encierra por tres lados una plazoleta o patio de acceso común, cuyo cuarto lado limita con la vereda de la circulación general. El primer nivel de cada cubo contiene un departamento “flat” de tres dormitorios mientras el segundo y tercero dos dúplex, así como el cuarto y quinto. Estos cubos no tienen ascensor y los accesos a los departamentos se realizan por vistosos puentes exteriores desde la escalera común. El excelente diseño original de estos departamentos incluía una terraza y un tendal de doble altura, espacios cuyo atractivo se ha perdido en muchos casos, por la necesidad de ampliaciones requeridas por los ocupantes, ampliaciones desgraciadamente no siempre realizadas con la debida coherencia arquitectónica.
LAS ÁREAS COMUNES
Cada edificio tiene bien resuelto el espacio común inmediato a la vivienda, aquel que Miguel Alvariño llamó el “espacio intermedio” que prepara psicológicamente para el paso de la casa al espacio público propiamente dicho. Las calles elevadas, los portales y las plazoletas de acceso son esos espacios intermedios que propician el saludo y la relación vecinal. Las áreas realmente comunes constituyen el 75 % del total del terreno y están compuestas por las zonas de estacionamiento, las veredas y plazas, así como los jardines, cuya organización, hay que decirlo, no obedece a un diseño de la calidad que sí ofrecen los edificios. El urbanismo falló mientras el arquitectura acertó. Esto tiene una explicación que no es del caso detallar.
La concurridísima Plaza de las palomas, como llamaban los vecinos al espacio público principal de la zona de bancos y comercio, no solo era sumamente pequeña (se quedaba a la mitad del edificio comercial cuyo frente debería cubrir) comparada incluso con el Ágora de la primera etapa, sino que en ese rectángulo de no más de 30 por 40 metros había cinco niveles de piso, diferenciados además por gradas de diferente contrapaso. Este espacio ha mejorado, como explicamos más adelante.
La red interna de veredas no obedece a una jerarquización lógica lo que dificulta la orientación para el visitante y aun para el residente, sin contar que en estas veredas abundan también escalinatas de una y más gradas que dificultan la circulación a los ancianos y a limitados físicos. Estas fallas son felizmente de fácil solución pero requieren de un tratamiento urbanístico integral de calidad, que proporcione una estructura vial peatonal al conjunto, tarea pendiente que los vecinos deberán exigir a la autoridad municipal y asumir en lo que les corresponda.
LA FLORA Y LA FAUNA DE LA RESIDENCIAL
Los amplios jardines, medio en el que están inmersos los edificios de viviendas de la Residencial, son sin duda el mayor patrimonio urbano de sus residentes. Los cincuenta años transcurridos desde su habilitación han permitido su enriquecimiento, tanto en la variedad como en la cantidad de las especies vegetales, al punto que hay vecinos comprometidos en la posibilidad de que se les brinde los cuidados propios de un jardín botánico. Los que no somos expertos en el tema podemos dar fe, al menos, de la variedad y belleza de las flores que van desde los modestos pero vistosos geranios hasta las selectas orquídeas, pasando por rosas, pensamientos o lirios. El microclima que la vegetación ha provocado ha sido también motivo para la presencia de aves no siempre comunes en nuestros parques. Las conocidas palomas son aquí acompañadas por mirlos, gorriones, loros, picaflores y búhos, amén de las variedades zoológicas propias de las áreas verdes como libélulas, caracoles, grillos, ardillas etc. Como pocos pobladores de Lima, los vecinos de Residencial San Felipe estamos cerca de la naturaleza. Deambular por sus senderos interiores es una experiencia realmente placentera.
LAS GENTES DE SAN FELIPE
Que el medio influye en el comportamiento de las personas es un hecho que todos aceptan pero que en la Residencial San Felipe cobra una vigencia militante. En contraste con el vecino San Isidro, en donde “no se permite locales comerciales” como rezaba un cartel que negaba sitio a un nido infantil, los habitantes de la Residencial conviven democráticamente con bodegas o peluquerías, florerías o restaurantes, librerías o farmacias, ferreterías o vidrierías, gozando además, de sus útiles servicios. Sus vecinos, en general, no solo son conscientes de los valores cívicos y ambientales de su barrio, sino que están dispuestos a no perderlos. La arquitectura ha contribuido además a crear un sentimiento de solidaridad que se manifiesta en los momentos en que esta se requiere.
En efecto, cuando hace unos 18 años se pretendió construir nuevos edificios en uno de nuestros jardines, la reacción inmediata de los vecinos, luego de dirigirse a las más diversas instituciones y a los medios de comunicación, consiguió la suspensión del remate público convocado, evitando importante pérdida en la mayor de las áreas verdes.
Hace solo seis años un comité de defensa ha impedido se concrete la concesión de una importante zona que la municipalidad distrital había acordado a favor de una influyente firma de supermercados. El nuevo atentado provocó nueva reacción muy organizada: campaña por las redes sociales a cargo de los más jóvenes, marchas matinales todos los sábados y finalmente una semana de ruidosos “cacerolazos” a las 8 de la noche, vencieron a la municipalidad. Es que los residentes y propietarios están identificados con su lugar como ámbito de vida tranquila y digna y no están dispuestos a permitir su degradación.
Luego de este triunfo, la solicitud de los vecinos para el arreglo de sus principales espacios urbanos, el Ágora y la llamada “plaza de las palomas” del área comercial, fue escuchada por la municipalidad que respondió con sendas propuestas, pero de diseños tan deficientes en calidad que motivaron la protesta pública de un grupo de arquitectos residentes que me tocó encabezar, protesta que una concurrida Asamblea de vecinos y la Directiva de la Asociación de Juntas Vecinales respaldaron y la hicieron suya.
La inicial resistencia de los funcionarios municipales cedió finalmente y el alcalde del Distrito aceptó los consejos del arquitecto Ciriani para mejorar la intervención en el Ágora. Con respecto a la Plaza Comercial solicitó una propuesta de anteproyecto a los arquitectos Córdova y Machicao, de la Comisión de Desarrollo de la Residencial. Desgraciadamente, proyecto definitivo y ejecución de obra, bajo responsabilidad y control municipal, fueron deficientes y el alcalde desoyó la demanda de los arquitectos autores para que no recibiera una obra con errores constructivos y mala calidad de acabados. Sin embargo, a pesar de todo, el espacio de la Plaza ampliada es ahora más proporcionado con el conjunto y su uso, libre ya de desniveles y escalinatas, viene sirviendo para múltiples funciones comerciales, festivas, de esparcimiento y de encuentro democrático.
Creo que la gente de San Felipe tiene, quizás por influencia del medio, gestos especiales de solidaridad en defensa de su lugar.
El elogio de una joya arquitectónica y urbanística, testimonio cultural del siglo XX, que requiere ser puesta en valor y merece la calificación de patrimonio nacional, entraña también, necesariamente, un elogio a los valores cívicos de sus vecinos.
NUEVOS PELIGROS
Es necesario consignar recientes cambios importantes en su entorno, que vienen alterando la situación descrita, vigente en los 50 años precedentes. En esos cambios, se ha contado y se cuenta con la intervención de la municipalidad distrital y, en su momento, también con la metropolitana.
Tres de las cuatro calles que rodean a la Residencial vienen trasformando su perfil con alturas crecientes de sus nuevas edificaciones. La presión inmobiliaria encuentra los caminos administrativos para lograr cambios sucesivos en la zonificación (“a la carta” los han llamado en alguna publicación) de modo que se permita cada vez mayor altura, es decir mayor población. El resultado es un desorden en el perfil, (que comenzó con 6 y 8 pisos y ha terminado recientemente con una unidad de 20 pisos), y una presión creciente en los servicios de San Felipe, cuyos estacionamientos, jardines y comercios están ya congestionados.
Los dos predios del cuarto frente, el de la avenida Punta del Este, asignados uno para vivienda del personal de la Marina –nunca utilizado con ese fin- y entregado el otro a la Fuerza Aérea- que construyó unos 300 departamentos en actual servicio condenados a ser demolidos -, por decisión de los respectivos comandos, fueron cambiados de uso residencial a uso comercial. La Municipalidad Metropolitana, durante la administración Castañeda, acordó el cambio, lo que significa, por un lado, haber sometido asuntos de desarrollo urbano a los intereses económicos de las Fuerzas Armadas y, por otro, haberlo hecho sin la obligada consulta vecinal, pero sí con el beneplácito de la municipalidad distrital, cuyo alcalde solo tardíamente pretendió ponerse de lado de los vecinos de San Felipe.
Después de 3 años de estruendosa construcción, incluso con turnos de noche, está en funciones un mega centro comercial: 4 sótanos para estacionamiento, 200 locales comerciales, cines, 2 tiendas ancla, un edificio para oficinas, etc.
La calidad de vida para los vecinos del Conjunto Residencial San Felipe ha sufrido, sin duda, comenzando por la congestión vehicular en la zona inmediata, agravada por dicho CC y por la edificación de cada vez más altos edificios de departamentos en las calles aledañas.
COLOFÓN
El aumento de la población flotante, en busca de comercios, bancos y restaurantes, sigue creciendo con la presencia de dos universidades cercanas y de los numerosos empleados del nuevo Centro Comercial vecino quienes, por variedad y precios, prefieren nuestros restaurantes.
Hace un año se celebró medio siglo de la inauguración de la Primera Etapa de este Conjunto. La movilización de los vecinos fue muy importante organizando encuentros y actividades múltiples. La Municipalidad participó apoyando algunas mejoras (pintura del Centro Comercial), cambiando placas recordatorias y ofreciendo mejoras más importantes, hasta ahora incumplidas.
Sin embargo, como antes, los vecinos estamos atentos a los rumores de un nuevo peligro, pues se ha sabido de fuentes dignas de crédito, que se pretendería usar parte de nuestros terrenos para la construcción de un importante estacionamiento subterráneo, con inversión privada. Con lo que se atentaría otra vez contra la tranquilidad y el sano ambiente de nuestro hábitat. Pero los vecinos, con una nueva Junta directiva, recientemente elegida al calor de esa celebración, estamos atentos para evitar esta y otras amenazas.
Para terminar quiero repetir: El elogio de esta joya arquitectónica y urbanística, testimonio cultural del siglo XX, que requiere ser puesta en valor y que merece la calificación de patrimonio nacional, entraña también, necesariamente, un elogio a los valores cívicos de sus vecinos.
Gracias por haberme escuchado.
Adolfo Córdova Valdivia, julio de 2017